Durante mi tercer a̜o en la escuela de medicina me encontř con un art̕culo en l̕nea sobre la restricci̤n cal̤rica con nutrici̤n ̤ptima. He le̕do sobre una intervenci̤n de dieta aparentemente simple que prolonga la esperanza de vida promedio y m̀xima de animales de laboratorio tales como la levadura, moscas de la fruta, gusanos y ratones. En ese momento, no estaba al tanto de que tales experimentos hayan sido realizados en primates no humanos tambiň. Honestamente, lo hab̕a descartado como curiosidad, una intervenci̤n que podr̕a tener alg{250}n efecto en organismos simples tales como las moscas de la futa, pero algo que nunca podr̕a funcionar en seres complejos como nosotros. Parec̕a muy bueno para ser verdad. El tiempo pas̤ y me demostr̤ que estaba equivocada. Desde la infancia sent̕a una fascinaci̤n por los l̕mites de la extensi̤n de la vida, estudie ingenier̕a y medicina en un intento de prolongar radicalmente la vida humana. Despuš de un breve periodo de investigaci̤n en pr̤tesis neurales en un laboratorio Alemǹ, me di cuenta que implantar dispositivos artificiales en el cuerpo humano no es una soluci̤n a largo plazo.Volv̕ a mi casa donde comenč la residencia medica en geriatr̕a, la rama de la medicina especializada en enfermedades asociadas con la edad. Luego sucedi̤ algo gracioso. Leer sobre teor̕as del envejecimiento es una cosa. El cuidado diario para personas 3-4 veces mayor es otra cosa completamente diferente, por lo que comenč a atar cabos. Me di cuenta que algunas personas envejec̕an como el vino y otras como la vinagre. De acuerdo con su estructura delgada e historias detalladas de la vida, parec̕a que la ingesta de calor̕as ten̕a algo que ver con ello. As̕ es como comenč a escribir las primeras palabras para este libro

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